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lunes, 24 de noviembre de 2008

Oreja Con Rubí

Una casa vieja y ruinosa, un pozo seco y un perro triste. Eso veía yo siempre que pasaba por la calle del gato.
En este pueblo todas las calles tienen un nombre original. Como la calle cantarranas, la del charco, la del ahorcado, el pozo de la novia.
Cuando preguntaba a mi abuela que por qué se llamaban así las calles ella me contestaba. Se han ganado el nombre.
Yo no entendía muy bien; salvo que en la calle del ahorcado se hubiese ahorcado alguien. O en la del pozo de la novia, se hubiese hecho una foto el día de su boda. Porque la del charco ya lo vi yo con mis propios ojos que cuando llovía se llenaba de charcos, y en la que más charcos había se oía cantar a las ranas. De las otras no sabía qué habría pasado. En la calle del gato nunca vi uno sino muchos y de variado pelaje. Algunas calles no tenían nombre. La calle de mi abuela se llamaba rincón porque hacía un rincón, y la que salía del pueblo y que era muy larga, sólo se llamaba camino. Un día el pregonero dio un cornetazo en la esquina de la vieja casa de la calle del gato, y a continuación cantó con voz atiplada: Se hace saber que anoche sobre las cuatro de la madrugada se ha encontrado en el camino una oreja con un rubí, al que se le haya podido caer, que vaya al ayuntamiento y la recoja.
Y mi abuela tremendamente sorprendida dijo- No se me ocurre a quién se le puede haber caído un pendiente tan valioso con oreja y todo.
Mi abuela se quitó el delantal de cuadros que llevaba, se lo cambió por otro negro y con farandola y salió de casa diciendo- Me voy a averiguar.
Volvió pronto, había llegado a la plaza del pueblo y encontró un grupo de gente que también habían salido ha averiguar.
Anoche unos mozos del pueblo se trajeron un torico que pastaba por la vereda camino de la feria de Sevilla. Lo torearon y lo mataron y hasta le cortaron las orejas, y uno con muy mala leche le puso un pendiente a una de las orejas, el otro muchacho dijo que el pendiente era suyo y que se lo había regalado a su novia esa misma mañana. Con la misma espada que mató al toro le atravesó las entrañas al pretendiente. Salieron todos corriendo y en la carrera quedó la oreja y su pendiente en el camino.
- Entonces ¿Cómo le van a poner de nombre a la calle? Pregunté a mi abuela. _ No lo saben, está reunido el ayuntamiento en pleno. Se piensa en poner calle de la oreja con rubí, o calle de la sangre, o del torico. Ya que el pobre nunca se imaginó de qué manera iba a terminar su corta vida.